Nº 1.789 – 14 de Octubre de 2018
“Cualquier que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar. Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.” (Marcos 9:42-50)
Sólo el bautismo con Espíritu Santo y fuego puede purificarnos y librarnos de corrupción. La sal de la que Jesús habla es el Espíritu del Santo. Sólo el Espíritu de Jesucristo gobernándonos nos mostrará las áreas de nuestra vieja naturaleza que aún tenemos que desechar de nosotros para no hacer tropezar a otros y ser librados de la muerte segunda.
Sólo el fuego del Espíritu del Señor nos puede librar del fuego del Eterno que caerá sobre los hijos de desobediencia que no hayan querido arrepentirse.
Así que mucha sal del Señor y mucho Espíritu de Dios.
Pastor Antonio Martín Salado