Nº 1.777 – 22 de Julio de 2018
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.” (Marcos 8:35)
Ahorrar la vida para uno mismo, ocupándose solamente de su conservación egoísta, es la mejor manera de malgastarla y, por lo tanto, perder el tiempo.
En cambio, el que la da por Jesús y el evangelio es el que la ha aprovechado de veras y por eso la ha salvado de ser una vida inútil.
¡Hay tantos proyectos de vida desaprovechados! Malas decisiones tomadas en la juventud que determinan un camino equivocado y no el plan maestro que el Señor tenía pensado. En muchos casos por buscar primero lo que no debe ser lo primero.
Ya sabemos que la búsqueda del reino de Dios y su justicia tiene que ser nuestro objetivo principal. Pero ¿cuántos en la práctica guardan este mandamiento de Jesús? ¿Cuántos se fían del Señor verdaderamente? ¿Cuántos le aman de todo corazón para guardar sus mandamientos?
En permitir que Dios sea el Rey de la vida está la verdadera vida bien aprovechada. Lo otro será como poner algún parche nuevo sobre vestido viejo.
La entrega de la vida al Señor es el fundamento de la vida cristiana. Pero ha de ser una entrega real y total, no de labios. En esa entrega está el salir de nosotros mismos y fluir hacia los demás. Y ahí se pone en práctica la verdadera fe que obra por el amor. Entonces llegaremos a la vida con significado pleno. Una vida sometida completamente al Señor, dispuesta a obedecer su voz.
No entretengas tu vida en lo que no merece la pena, gástala toda en el servicio al Señor. Entrégale el mando al que ha pagado con su vida por la tuya y salva así tu vida. ¡Clamemos a Él y Él nos responderá!
Mucho amor y mucha vida.
Antonio Martín, pastor.