Nº 1.752 – 28 de Enero de 2018
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.” (Mateo 7:24)
Jesús concluye su enseñanza a la multitud desde el monte con estas palabras y después desciende y se pone manos a la obra para demostrarnos que todo lo que ha dicho desde la posición elevada sólo se puede llevar a cabo bajándose y poniéndose al nivel de los demás. Nunca se empezó una casa por el tejado sino por sus cimientos. Pero las instrucciones, los planos para construirla nos llegan desde lo alto, de un nivel superior, de Dios mismo, del único Maestro. No podemos comenzar a edificar nada sin pararnos primero a consultar cómo deben de ser esas bases que sostendrán todo el edificio: Todo lo que Jesús nos ha dicho que hagamos, si lo hacemos, esos serán nuestros firmes cimientos.
Para hacerlo contamos con Él mismo, ya que Él es la Roca de la Eternidad como dice un himno antiguo. No nos ha dejado huérfanos sino que ha vuelto en el Espíritu a nosotros para proveernos de todos los materiales y la fuerza necesaria para llegar a descubrir en el interior de todos nosotros la firmeza del suelo rocoso, llano y limpio donde asentar la vida.
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él: es justo y recto.” (Deuteronomio 32:4)
No encontraremos ningún otro cimiento estable fuera de Jesús y de sus enseñanzas. Así que antes de edificar cualquier cosa, primero estemos seguros de que nuestra obediencia es perfecta a Él. Jesús lo llevó todo a la práctica para demostrarnos que es posible. No nos dio solamente un sermón aunque éste sea divino. Se puso él mismo en su condición de hombre a realizarlo. Tú y yo juntos, al mismo nivel, podemos también conseguirlo porque el Señor ha descendido a nuestra humanidad de nuevo en el Espíritu Santo. Si queremos, no podemos fallar.
Mucho amor.
Antonio Martín, pastor.