Nº 1.726 – 30 de Julio de 2017
Hoy sabemos que las neuronas transmiten y transfieren datos que se graban electromecánicamente en nuestro cerebro. Pero ¿qué podemos decir de la experiencia de percibir esa imagen en nuestra mente? ¿Acaso podemos medir esa experiencia? ¿Qué podemos decir de los “qualia” de la consciencia humana? (Los “qualia”, plural de “quale”, en latín y en castellano, son las cualidades subjetivas de las experiencias individuales, como, por ejemplo, la “rojez” del “rojo” o lo “doloroso” del “dolor”). ¿Cómo podemos comenzar a decir que comprendemos el universo que observamos, cuando carecemos de una forma científica de tratar el acto de la observación humana?
Aunque no podemos expresar lo que significa la espiritualidad, todos la estamos experimentando constantemente. El conocimiento profundo que tenemos de la espiritualidad nos llega a través de aquellos hombres y mujeres que han sido y son capaces de experiencias vívidas de aquellas realidades que nos eluden al resto de los mortales.
Podemos comparar esas experiencias unas con otras, analizarlas, y tratar de construir nuestras ideas e impresiones respecto a ellas.
Los sabios antiguos de Israel, entre otros, trataron de discutir en profundidad estas realidades, y algunos llegaron a desarrollar sistemas rigurosos de estudio de esta fenomenología.
En la tradición hebrea, al igual que en la tradición científica, de manera lenta, progresiva y acumulativa, se ha venido construyendo un sistema de conocimiento que ha confirmado la sabiduría del pasado.
Creemos que llegará el día, quizá en un futuro muy próximo, en que se hallarán formas y caminos para combinar lo físico y lo espiritual dentro del estudio científico.
De momento, lo que podemos contemplar es que muchos científicos que despreciaban la metafísica, ya han dejado de hacerlo.
Entre tanto, y hasta que llegue ese día, no sería acertado creer que aquello que no puede ser contado, sencillamente no cuente.
Ante la grandeza y la grandiosidad del universo conocido, entre todos los universos posibles, es sabio adoptar una posición más humilde.
Nosotros lo definimos como “estar a ras del suelo, pero con el corazón bi0en alto.”
Mucho amor y más humildad.
Joaquín Yebra, pastor.