Nº 1.716 – 21 de Mayo de 2017
La risa es un fenómeno verdaderamente risueño, valga la redundancia.
No sólo es un recurso gratuito, aunque a algunas personas les cueste mucho dibujar siquiera una sonrisa en sus labios, sino que también pertenece a la clasificación de lo que podríamos denominar “energías renovables”.
Hay quienes procuran no sonreír para que no les salgan arrugas en el riostro. ¡Pobres!
La risa, entre muchos otros beneficios, puede actuar como elemento equilibrador de nuestras fuerzas tras un día agotador, ayudando a que vuelva la energía al espíritu decaído.
La risa también alivia la pesada carga de la tristeza, el dolor y el sufrimiento.
No hay un aburrimiento tedioso de mayor calado que la ausencia de la risa.
Además, la risa posee en sí una tasa de rendimiento realmente insuperable.
Podemos obtener resultados muy positivos cuando nos reímos “con otros” en lugar de hacerlo “de otros”.
También conviene tener presente que debemos comenzar por procurar reírnos en ocasiones de nosotros mismos.
Las Sagradas Escrituras contienen muchos textos sobre los beneficios que se derivan de la alegría, del espíritu gozoso y del ánimo elevado.
Vamos a ver unos ejemplos:
Proverbios 17:22: “El corazón alegre constituye un buen remedio (literalmente “un buena medicina”), pero el espíritu triste (literalmente “el espíritu quebrantado”) seca los huesos.” Hoy diríamos, acelera la artrosis.
Salmo 22:14-15: “He sido derramado como el agua y todos mis huesos se descoyuntaron. Mi corazón fue como cera, derritiéndose dentro de mí. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar.”
Proverbios 18:14: El ánimo el hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?”
El humor es una de las capacidades con que Dios ha dotado al ser humano.
Cuando es humor sano transmite sanidad, controla la preocupación y alivia las cargas de la tristeza.
Necesitamos aprender a reír más y más frecuentemente.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.