Nº 1.708 – 26 de Marzo de 2017
¿Cuál es la esencia de la Santa y Eterna Ley de Dios nuestro Señor? Como todo cuanto de Dios procede, la esencia de los Mandamientos Divinos es el Amor del Señor.
Dios ha ordenado leyes, no sólo para el gobierno de todos los seres vivientes, sino para todas las operaciones de la naturaleza.
Una de las características de la Santa Ley de Dios es su perfección. No cambia. Existía antes de la creación del hombre sobre la tierra. Los ángeles de Dios eran gobernados por ella.
Tampoco cambió después de la caída de algunos de los ángeles, ni después de la caída del hombre en el pecado.
Nada fuer quitado de la Ley, por cuanto no podía ser mejorada. Y como dice el Salmista: “Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, que para siempre los has establecido.” (Salmo 119:152).
Por eso el Apóstol Pablo dice en Romanos 7:12: “Concluimos, pues, que la Ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y bueno.”
Por eso también se nos revela que la Santa Ley de Dios es de carácter espiritual, pero nosotros en nuestra vieja naturaleza carnal estamos vendidos como esclavos al pecado.
No hay debilidad en la Ley Divina, sino en nuestra naturaleza caída. Por eso Dios ha enviado a su Hijo Jesucristo para que en Él y por Él seamos justificados de todo cuanto no podemos serlo ante la Ley.
Y ahora, por la gracia de Cristo Jesús, nacidos de nuevo y regenerados por el Espíritu Santo, los mandamientos de Dios se vuelven en las delicias que nuestro nuevo corazón anhela, pues sabemos que es lo que Dios más agrada, y lo que a nosotros más nos conviene.
La Ley de Dios, perfecta, santa y justa, es posible ahora obedecerla por la gracia de Cristo Jesús en nuestros corazones, mediante la obra del Espíritu Santo, el autor de nuestra santificación.
Los mandamientos son buenos para nosotros, porque al obedecerlos participamos en la santidad, la justicia y la bondad de Dios nuestro Señor.
“Mucha paz tienen los que aman tu Ley, y no hay para ellos tropiezo.” (Salmo 119:165).
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.