Descanso y reposo
“En descanso y reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.” (Isaías 30:15)
En todo momento debemos confiar y descansar en el Señor. Pase lo que pase, Él siempre estará con nosotros para ayudarnos y podemos encontrar en Él nuestro lugar de refugio. Cuando los vientos vienen contrarios y los ataques del enemigo se recrudecen, tenemos que pararnos y dejar lugar a que el Señor pelee y gane la batalla por nosotros. Cuando las circunstancias de alrededor nos superan y no sabemos qué hacer, lo mejor es estarse quietos y esperar la intervención divina. Todos sabemos que nos sorprenderá y los enemigos que nos acosaban desaparecerán o se tornarán en amigos. No dejará el Señor para siempre caído al justo. La victoria es segura y sólo hay que confiar y aguantar el chaparrón, como se suele decir. Una vez escuché a un predicador decir que como el enemigo no nos puede tocar, intenta atemorizarnos gritando mucho y haciendo mucho ruido… Gracias al Señor que lo reprende, sólo puede hacer eso. Y nosotros como hijos afirmados del Padre de las luces, debemos guardar la calma con Su paz y permanecer firmes e impertérritos ante sus amenazas. Sabemos que el malo, Dios le reprenda, opera, es decir, actúa a través de los hijos de desobediencia. Es decir: los desobedientes a Dios son usados por el diablo para lanzarlos en contra de los santos y fieles. Como esto ya lo conocemos, sabemos que nuestra lucha no es contra las personas sino contra los espíritus malos que controlan a esas personas que viven en el pecado. Ya sabemos también que la baza de satanás frente a los perdidos es pasar desapercibido para que nunca crean en su existencia como tampoco han de creer en el Creador del universo, Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que le venció. Pero para los hijos de luz que vemos más allá de las apariencias, sabemos que la lucha espiritual está ahí. Gloria a Dios que el Espíritu Santo, que está en nosotros, es infinitamente más poderoso que el diablo que maneja este mundo.
Pastor Antonio Martín Salado