Nº 1439- 22 de Enero de 2012

Publicado por CC Eben-Ezer en

El mandato bíblico de “sojuzgar la tierra” es en nuestros días una llamada de emergencia a restablecer el equilibrio de nuestro planeta, frente a la irracionalidad de los poderes explotadores y sus modelos de desarrollo para unos pocos, los sostenedores del imperio racista, clasista y etnista, en detrimento de las grandes masas empobrecidas de este planeta azul. No queremos, por consiguiente, sostener, de manera consciente o inconsciente, a quienes pretenden presentar la dominación y el sistema del afán por el lucro como algo normal, natural, incluso establecido por mandato divino, a lo que como siervos de la gleba hemos de responde con sumisión y resignación. Nosotros afirmamos sin rubor que la declaración divina de que “no es bueno que el hombre esté solo”, no se puede aplicar solamente a la necesidad de emparejarse, sino que es en el ser social donde el varón y la mujer se personalizan y llegan a tomar conciencia de sí mismos, superando el individualismo, el egoísmo, la competencia, la falta de solidaridad y la carrera de las ratas tras un solo mendrugo de pan. Por eso es que Dios no es apolítico. De serlo, caería en la alcahuetería, en la complicidad con los explotadores, enfrentándose a los más pequeños de sus hijos e hijas, de sus hermanos y hermanas menores en Jesucristo, pasando olímpicamente de los problemas cardinales de los humanos. El “dios” de la dominación, sembrado en el campo de la idolatría del poder absoluto, está arrodillado a los pies del César de turno, con todos los clérigos de cualquier nombre que le cantan sus alabanzas. El “dios” de la dominación está representado por el “becerro de oro”, el que despolitiza al pueblo y lo adocena, lo adormece con sus sahumerios opiáceos, para que de ese modo los hombres no identifiquen a sus dominadores, y de esa manera puedan rechazar a sus verdaderos profetas y libertadores. Jesús no puede ser hallado entre la letra muerta de los libros saturados de orines y polillas, ni entre los clérigos momificados con las golosinas de sus patrocinadores ricos y poderosos. Entre esos excrementos sólo puede hallarse al “Señor de las Moscas” y su putrefacto hedor. Jesús siempre está entre los empobrecidos y los sufrientes. Mucho amor.

Joaquín Yebra, pastor.