Nº 1433- 27 de Noviembre de 2011

Publicado por CC Eben-Ezer en

La teología de la dominación no anuncia el Reino de Dios, sino el fin catastrofista del mundo. Su principal anuncio es el caos, el infierno, el castigo sin fin, el “dios” que devora a sus hijos, a quien al mismo tiempo, y paradójicamente, anuncian como “amor”. Enseñan que las almas de amianto, de fibra de asbestos, pueden estar ardiendo por toda la eternidad; el castigo sin motivación correctora; y sus seguidores no se sienten muy inclinados a valorar la salvación si no les aseguran que hay quienes al mismo tiempo se están friendo sin remedio. ¡Qué bonito! ¡Qué entrañable! ¡Que repugnancia!

No es de extrañar que quienes propugnan semejante teología hayan sido los organizadores de la caza y captura de sus propios hermanos, guerras “santas”, cruzadas, matanzas, etc. Son los que han estado dispuestos, y siguen estándolo, a matar a quienes llaman a Dios por un nombre distinto al que ellos emplean.

En la teología de la dominación no hay opinión, ni referendos, ni  consultas. Sólo hay una visión: La de los dirigentes. Además, no hay nada que hacer. Todo está escrito, entiéndase que todo está para ser interpretado como a sus dirigentes les conviene. Eso significa que no tiene sentido luchar por un mundo mejor, más digno, más solidario. La justicia es para el “otro mundo”. En este hay que aguantarse con lo que venga. Éste siempre va a ser un “valle de lágrimas” en el que “a los pobres siempre los tendremos con nosotros”. ¡Viva el determinismo!

Pero Jesús lo que nos ha dicho –léase el original griego: “éjete”, “tenéis” (presente de indicativo)- es que “a los pobres siempre los tenemos con  nosotros”. De modo que en cuanto queramos que desparezca la pobreza, podremos hacerlo. Sólo hay que eliminar los gastos de la carrera armamentista, el suntuosismo de los estados y poco más.

Pero el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo nada tiene que ver con la teología de la dominación.

Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.