Nº 1432- 20 de Noviembre de 2011
En la teología de la dominación “dios” es varón, y el malo -¡Dios le reprenda!- es mujer, tentación, pecado, “manzana” de la marca “Eva”. El “dios” del afán por el lucro y la dominación es “macho” cabrío, enemigo de la mujer tentadora de Adam y causante de todos los males habidos y por haber. ¿No radicará ahí el origen del creciente abuso y violencia domésticas?
La teología de la dominación ha declarado a la mujer ser “apolítico”, incapaz de ejercer el derecho al voto, y de ostentar cargos públicos de alto nivel. Sometieron a la mujer bajo el dominio del padre o de los hermanos varones; la encerraron en casa y le pusieron cinturones de castidad y sujetadores en los pechos. Todo atado y bien atado.
El “dios” de la dominación mira en otra dirección cuando se producen pecados sexuales, pero cuando el escándalo sale a la luz se tiene que gastar una inmensa fortuna para tapar los desmanes acontecidos tras sus muros monacales y eclesiásticos, ocultos bajo el silencio de sus clérigos autores y cómplices. La pureza se identifica con la llamada “raza blanca”, mientras que la desobediencia, el robo y las alteraciones del “orden” público se asocian siempre a los de piel más oscura. El pecado es blanco-latino, africano o árabe, contrario a los designios del “nuevo pueblo elegido de Dios”, mientras el “ojo que todo lo ve” mira desde el triángulo del billete de un dólar. Y el acceso a los no caucasianos se interpreta como el principio del juicio final y del fin del mundo, y de lo que haga falta.
La teología de la dominación presentó el día 12 de octubre como el “Día de la Raza”, tratando de maquillar y camuflar los desmanes de Colón, Hernán Cortés, Diego de Losada, los Barclays y todos los afines. La “espiritualidad” del consumismo dominante ha penetrado en las iglesias logrando que se dediquen más fondos, tiempo y ganas a los CDs y a los DVDs que a la Santa Palabra de Dios. Y sobre la cátedra de Jesús se sientan los mismos escribas y fariseos que entonces se sentaban sobre la cátedra de Moisés. Hay que volver a sacar a latigazos a los mercaderes del templo.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.