Nº 1410– 19 de Junio de 2011

Publicado por CC Eben-Ezer en

¡Cuántos esfuerzos han hecho y siguen haciendo muchos hombres y mujeres por aparentar ser verdaderamente extraordinarios, especialmente los políticos y los religiosos!
¡Cómo les gusta a todos cuantos participan en este grotesco desfile vestirse o revestirse con entorchados y hacerse tocar bombo y platillos para impresionar a los más sencillos!
Hace muchos años me enseñaron a imaginar a semejante caterva de fantoches en paños menores ante un gran auditorio, y a contemplarles sintiéndose avergonzados, tratando de esconderse tras su parafernalia de adornos de hojalata y ostentaciones de purpurina, sin lograrlo, naturalmente. No puedo evitar que esa escena pase por mi mente cuando veo tanta pompa, boato y milonga, incluso en círculos supuestamente cristianos.
¡Qué alegría saber que Jesús no usó ropas especiales para impresionar a nadie! ¡Qué tranquilidad saber que Jesús de Nazaret no fue un perfeccionista! De lo contrario, no habría lugar para mí a su lado, estando, como estoy, cargado de imperfecciones.
¡Qué gozo saber que Jesús amaba a la gente, tenía amigos, se ponía a la fila para bautizarse como uno más, comía y bebía incluso con quienes le invitaban sólo para tentarle! ¡Qué satisfacción saber que Jesús no aceptó entre sus discípulos sólo a los especiales, a los geniales, a los extraordinarios, a los magníficos, sino a los corrientes como tú y yo!
Nunca permitáis que nadie se interponga entre vosotros y Dios nuestro Señor.
Nunca aceptéis que nadie se haga imprescindible en vuestra vida de discipulado cristiano.
Jamás pretendáis ser la sombra imitadora del hombre en sus formas y maneras, sino tan sólo en aquellos rasgos de Cristo Jesús que podamos ver en todos nuestros hermanos; y aún eso, reconociendo siempre que a nuestro Señor y sólo a Él pertenecen toda gloria, honra y alabanza.
Mucho amor. Joaquín Yebra, pastor.