Nº 1347– 4 de Abril de 2010
Un cristiano no sólo oye el dolor de su prójimo, sino que también lo hace suyo y responde al efecto.
¿No se te ha ocurrido tener una hucha en casa para ir guardando dinero para misiones nacionales e internacionales, y añadirla a las ofrendas anuales? Bastaría con depositar en ella esas monedas sueltas que sacamos de nuestros bolsillo cuando nos desprendemos de la ropa de calle y nos disponemos a ponernos cómodos en casa.
¿No sabes que “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”? ¿Nunca escuchaste ese refrán inglés que dice “ahorremos los peniques, que las libras se ahorran solas”?
Iba a comenzar el culto en la sinagoga, pero el rabino no aparecía por ningún lado. Terminó el servicio y todos estaban preocupados. Salieron a buscarlo por el pueblo, y por fin le hallaron a través de una ventana en casa de un gentil, sentado junto a la cama de un niño. “Rabí, nos tenías muy preocupados, comenzaba el Shabat y no apareciste en la sinagoga”, le dijeron. Y el rabino respondió: “Me dirigía a la sinagoga cuando vi a una joven que iba recogiendo leña por el camino. El ato de madera era demasiado pesado para ella, de modo que me ofrecí a ayudarle. Entonces me dijo que su hijo estaba muy enfermo y ella se había quedado sin leña para el fuego. Así que corté la leña, avivé el fuego y me quedé con el niño orando y rogando al Señor que lo sanara.”
El discípulo comprendió entonces que el rabino había cumplido la Ley del Señor mejor que si hubiera estado en la sinagoga. Había tendido su corazón y sus manos a una criatura de Dios que le necesitaba.
Nuestros hijos aprenderán la compasión cuando nos vean a nosotros actuar compasivamente, solícitos por personas necesitadas. Debemos enseñar a los nuestros que cuando den, recibirán en alegría y satisfacción mucho más de lo que entreguen.
Pidámosle al Señor que nos guíe a verle en los demás, especialmente en los necesitados.
Roguémosle que nos llene de amor para poder hacer su obra en esta tierra.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.