Nº 1345– 21 de Marzo de 2010
“No te separes de la comunidad”, dice el Talmud. Y así lo expresa la Carta a los Hebreos 10:23-25: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
¿Con quién se puede contar?¿A quién le importa un compromiso? El bien general ha quedado ahogado por el egoísmo y el sibaritismo de la sociedad general.
Cuando nuestros hijos nos vean participar en acciones comunitarias y obrar en favor del bien común, aprenderán a ser miembros activos y comprometidos de la comunidad.
Podemos inducir en nuestros hijos un sentido de responsabilidad si nos ven interesados por las personas cuyas vidas rozan la nuestra, y cuando nos ven crear y mantener relaciones de confianza mutua.
¿Cuál es el sonido del aplauso cuando empleamos una sola palma de la mano? Todos los seres humanos nos encontramos interrelacionados en el nivel más hondo.
Lo que sucede a uno nos sucede a todos. Cuando a uno le duelo, a todos nos duele; cuando uno destaca, todos destacamos. Del mismo modo que una gota de veneno basta para contaminar a todos, así también un momento de honradez ennoblece a todos.
Debemos enseñar a nuestros hijos que nuestro compromiso para con la comunidad es, en definitiva, nuestro compromiso con nosotros mismos.
El bien mayor es el bien de todos. Y cada acto personal repercute en toda la comunidad.
Como es el átomo, así es el Universo.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.