Nº 1336– 17 de Enero de 2010
Hay quienes tienen la costumbre de hacer resoluciones para el año nuevo. Os voy a proponer algunas:
Ser impecables con nuestras palabras. Es decir, hablar con integridad. Decir solamente lo que realmente queremos decir. Evitar el caer en la murmuración sobre otros. Utilizar la facultad del habla en la dirección del amor y la verdad.
No tomar todo lo que oigamos de forma personal. Realmente, lo que digan de nosotros no suele ser nada más que una proyección de la propia realidad de quienes hablan de nosotros, muchas veces sólo porque tienen demasiado tiempo libre y no saben qué hacer con él. Recordemos que es difícil encontrar un murmurador que no sea también ocioso.
Lo que otros dicen de nosotros puede ser su propio sueño no realizado, y muchas más cosas que dejamos en manos del psicólogo. Pero si nosotros optamos por ser inmunes a lo que digan de nosotros, especialmente los espectadores ociosos, dejaremos de ser víctimas de sufrimientos innecesarios.
Tengamos el valor de hacer preguntas, en lugar de asumir cosas sin contar con los datos precisos. Procuremos comunicarnos con los demás con la mayor claridad posible para evitar el mayor número de malentendidos. Esto cambiaría nuestra vida más allá de lo imaginable.
Hagamos siempre lo que podamos hacer. Evitemos hacer promesas que no podamos cumplir. Lo mejor que podamos hacer cambiará en función de nuestro estado. No podrá ser lo mismo cuando estamos saludables que cuando caemos en enfermedad; no será igual en momentos gozosos que cuando atravesemos dolores o tristezas. Bajo toda circunstancia, simplemente hagamos lo mejor que seamos capaces de hacer. De ese modo evitaremos caer en nuestros propios juicios sumarísimos, de abusar de nosotros mismos y de la profunda pena que después nos alcanzará.
Mucho amor.
Joaquín Yebra, pastor.